miércoles, 20 de octubre de 2010

EL SITIO DE MELILLA DE 1774-75


EL ASEDIO DE LOS 100 DIAS


Mediado el siglo XVIII, la situacion de las posiciones que España ocupaba en la costa norte africana (Ceuta, Melilla, Peñon de Alhucemas y Peñon de Velez de la Gomera) era preocupante (1). La precariedad de su situacion, pues no eran mas que pequeñas fortificaciones sin practicamente territorio alguno de defensa, y lo oneroso de su mantenimiento hicieron pensar mas de una vez a Madrid en buscar el modo de poder deshacerse de ellas. A ello habia que añadir que todas estas plazas estaban sometidas, casi de continuo, a agresiones y ataques por parte de las kabilas rifeñas que, libres de cualquier control por parte del Sultan de Marruecos, asediaban las posiciones españolas.

Sin embargo, la inseguridad que reinaba en el Mediterraneo occidental en aquella epoca, gracias a los ataques de los piratas berberiscos y a los corsarios de Argel, hizo que el Marques de Grimaldi llamase la atencion del monarca Carlos III, para definirse de una vez por todas sobre mantener o no las posesiones en el norte de Africa, y de ser asi, reforzarlas, mantenerlas y defenderlas gastando en ello lo que fuera preciso. Igualmente, seria preciso entablar negociaciones con el emperador de Marruecos, el Sultan Moulay Mohamed Ben Abdalah, con el fin de firmar un tratado para atraer a Marruecos al terreno español frente a la belicosidad argelina y para exigir al amperador el poner paz en las tierras cercanas a las posiciones españolas. Tras intensas negociaciones diplomaticas y embajadas a uno y otro lado del Estrecho, se firmo, en 1767, el Tratado de Paz y Comercio en Marrakech.

Dicho tratado fue el primero en su genero firmado entre España y Marruecos y, aparte de favorecer las transacciones economicas entre ambos reinos, contenia el reconocimiento por parte de Marruecos de las posesiones españolas en el norte de Africa, comprometiendose el emperador marroqui a respetarlas y a hacer que sus subditos en la zona tambien lo hicieran. Sin embargo, las intenciones del monarca marroqui eran muy distintas, y apenas firmado el acuerdo, ya se empezo a detectar en la politica marroqui una gran belicosidad hacia las posiciones españolas, lo que fue puesto en conocimiento de Grimaldi por enviados españoles a Marruecos.


PREPARANDO LAS DEFENSAS


A la vista de las tan poco tranquilizantes noticias procedentes de allende el Estrecho, Grimaldi comenzo a tomar una serie de medidas con el fin de asegurar, en la medida de lo posible, una mejor defensa de las plazas, en particular la de aquella de Melilla. Para ello, se acordo el envio de una comision tecnica a las mismas con el fin de evaluar sus defensas y llevar a cabo las obras necesarias para su fortalecimiento. La comision, que visito Melilla, en septiembre de 1772, estaba compuesta por el Mariscal de Campo Luis Urbina Calleja, el Ingeniero Director Juan Caballero y el Ingeniero Comandante Ricardo Ailmen. Del estudio elaborado se desprendia el mal estado de las fortificaciones y del material de artilleria de la plaza, necesitando ambos reparaciones y sustituciones urgentes. La fortificacion fue mejorada con la construccion de dos nuevas baterias, conocidas como Concepcion Alta y Baja (situadas sobre la ensenada de los Galapagos), asi como el refuerzo del resto para poder aguantar el fuego del enemigo. En cuanto al material de artilleria, la mayoria compuesto por piezas de hierro, y algunas con mas de cien años encima, fue muy poco lo que hizo hasta despues de comenzado el asedio.



En 1774, las noticias de un inminente ataque eran ya alarmantes, por lo que el Gobierno español acuerda enviar a Melilla a un General que se hiciera cargode todo lo relativo a la defensa de la plaza y que impulsara dicha defensa, la tarea quedo en manos del Mariscal de Campo Juan Sherlock, autentico alma mater de la victoria conseguida posteriormente. Este mariscal llegaria a Melilla el 28 de junio de 1774 a bordo del chambequi Andaluz.

Ante el mas que ya previsible ataque marroqui, el Gobierno decidio, igualmente, preparar una serie de unidades y buques en la costa sur peninsular con el fin de dar una pronta respuesta en caso de ataque marroqui a cualquiera de las plazas españolas (2).


COMIENZA EL ASEDIO

El 19 de septiembre de 1774, unos emisarios del Sultan se presentan en Ceuta con una carta para el rey Carlos III, en la cual se declaraba la rotura del tratado firmado anteriormente y se expresaba la intencion de desalojar a los cristianos de las tierras de los musulmanes. Al poco de retirarse los emisarios marroquies, Ceuta era atacada. El 23 de octubre de 1774. España declaraba la guerra al Imperio de Marruecos, y comenzaba entonces un rapido e ingente acopio de tropas y material en los puertos del sur y levante español para ser enviados rapidamente a la plaza del norte de Africa que fue atacada.

El 9 de diciembre de 1774, las primeras tropas imperiales (3) comenzaron a acercarse a la ciudad de Melilla, entrando en el campo que la rodea por la zona de El Atalayon. Los españoles no permanecieron ociosos y, tras avistar a las primeras tropas que se aproximaban a Melilla, el Mariscal Sherlock despacho a bordo de una falua hacia Malaga, al practico de costa Juan Triquini para que enviara urgentemente correos "a matacaballos" sobre el ataque al Capitan General de Granada (del cual dependia militarmente Melilla) y al Gobierno, con el fin de recibir ayuda y auxilio lo mas rapidamente posible. Las medidas adoptadas por Grimaldi en los años anteriores surtieron ahora efecto, de tal manera que, solamente tres dias despues, la primera embarcacion de auxilio alcanzaba la Plaza de Melilla.

La artilleria de Melilla realizo unos cuantos disparos molestando la instalacion del ejercito enemigo que, en buena logica, se habia colocado fuera del alcance de esta; y como fue habitual a partir de entonces, las tropas de infanteria se aprestaban a la defensa de las murallas al toque de alarma, manteniendo los granaderos sus mechas encendidas para hacer buen uso de sus explosivos. Al dia siguiente, las baterias de morteros marroquies, ya adelantadas hacia la ciudad, comenzaron a hacer fuego, disparando desde San Lorenzo las piezas de nueve y doce pulgadas alli instaladas, que causaron serios desperfectos a varios de los edificios. Ese mismo dia, el 10 de diciembre por la tarde, un parlamentario marroqui bajo bandera blanca, aunque escoltado por unos 500 jinetes, se acerco a las murallas, solicitando el abandono de la Plaza, su capitulacion o su entrega, a lo cual, el Comandante General de Melilla, Mariscal Juan Sherlock (4), respondió que tenía jurada la plaza y que la defendería hasta derramar la última gota de su sangre, para lo cual estaba bien provista de guarnición y bocas de fuego.



El bombardeo cesó durante ese día mientras los zapadores marroquíes comenzaban sus trabajos de minado y mejora de las baterías de asedio. Al día siguiente, todas las baterías enemigas se encontraban ya situadas en las alturas cercanas a las murallas de Melilla, comenzando un intenso y repetitivo bombardeo, que duró prácticamente los cien días del asedio, contra la ciudad de Melilla destruyendo en este proceso la mayor parte de los edificios de la ciudad que no estaban preparados para este tipo de ataque. La mayor parte de las construcciones de superficie fueron abandonadas, refugiándose la guarnición y los civiles que quedaban en la ciudad en las cuevas excavadas en la roca. Las precauciones tomadas por el Mariscal Sherlock, retirando los almacenes y depósitos a lugares seguros, hizo que estos primeros ataques, aparte del daño fidico a los edificios, no causasen bajas mortales ni destrucción de los vitales almacenes, aljibes y santabárbaras.

Los españoles mejoraron y adelantaron sus baterías en los fuertes exteriores (Victoria Grande, Victoria Chica, San Carlos y San Miguel) con el fin de batir con más facilidad a la artillería asediante. Sin embargo, gran número de piezas quedaron inservibles tras los primeros disparos, lo que en el fondo fue una ayuda, habida cuenta del escaso personal de artillería que había para atenderlas. A pesar de ello, el fuego español de contrabatería parecía ser eficaz, entorpeciendo la construcción de trincheras y ataques por parte marroquí, que continuo aposentando aposentando sus morteros de asedio al tiempo que llegaban nuevos refuerzos al campamento el Alcaide Amar, que era la persona que dirigía el asedio, auxiliada -entre otros- por el General Sidi Bottey.

La primera embarcación de auxilio en llegar a Melilla lo hizo desde Almería en la tarde del día 12 de diciembre, transportando ladrillos, cal y útiles de construcción; pero la falta de hombres para descargar la mercancía hizo que sólo los útiles fuesen descargados, decidiendo utilizar la embarcación para evacuar a las mujeres y niños de la Plaza, no siendo posible de momento debido al mal tiempo reinante en la zona.

El día 13 vio una calma en duelos artilleros, aprovechando el ejército imperial para colocar nuevas trincheras y parapetos, así como algunas otras baterías, limitándose los españoles a reconocer desde el mar las obras efectuadas al lado de la costa. En los dos dias siguientes el fuego marroquí aumentó en intensidad tras la llegada de nuevas municiones. El 16 se procede finalmente al embarque de las mujeres y niños a pesar del mal tiempo reinante que impide, en gran medida, la llegada de refuerzos muy necesitados a la Plaza. Los españoles logran colocar una nueva batería de cuatro cañones en La Concepción, mejorando de esta manera el tiro contra el enemigo. Sin embargo, el fuego enemigo, continuado durante los siguientes días, así como el deficiente estado de las piezas españolas, hacen que no queden en la plaza más de 16 bocas de fuego operativas, lo cual se convierte en muy preocupante ante la falta de refuerzos por parte de la Península. Los refuerzos están en camino y se avistan hasta cuatro fragatas con material de guerra y hombres para la guarnición, pero el pésimo tiempo y lo poco adecuado del fondeadero de Melilla hace imposible las descarga de las mismas.



El tiempo que duran estos primeros bombardeos enemigos hace que, el día 23, ya se empiecen a notar los trabajos de minado del enemigo, que comienza a acercarse a La Puntilla, donde los españoles tenían hechas algunas minas. La guerra subterránea de minados y contraminados da comienzo en torno a Melilla (5).


LLEGAN LOS REFUERZOS

El día 29 de diciembre, por fin, se presentan ante Melilla dos fragatas y tres jabeques, junto con otras naves de transporte que, tras 20 días de asedio, consiguen traer a la plaza sitiada los muy necesitados materiales y tropas de refuerzo. Según cronistas de esta guerra, por aquel entonces la ciudad de Melilla había sido castigada con 2.300 bombas que causaron, gracias a las medidas adoptadas por Sherlock, solamente 12 muertos y 135 herídos. El día 30 de diciembre continúan llegando más buques de guerra, hasta 24 entre ellos el navío San Genaro, de 70 cañoñes, así como cuatro embarcaciones con artillería, pero solamente desembarca el personal permaneciendo las piezas en las naves.

Los refuerzos de tropas son sumamente bienvenidos por los sitiados, recibiendo cerca de 600 nuevos soldados procedentes del Regimiento de la Princesa (al mando del Coronel Domingo Salazar), así como de los regimientos de Infanteria de Bruselas, Bravante, Nápoles y Cataluña. La descarga de hombres y material debió de posponerse al día siguiente debido al mal tiempo, quedando la mayor parte del mismo aún en los buques. Varias lanchas que intentaron acercarse a la costa zozobraron.

El campamento marroquí no permanece inmutable, la no claudicación de la Plaza tras los primeros días (cosa que al parecer esperaba el amperador) parece haber creado un gran malestar en el campo, llegando a oídos de los españoles noticias de malestar y disputas entre los mandos, así como de deserciones y falta de avituallamiento entre las filas marroquíes. Algo debió de pasar pues el emperador hizo acto de presencia en numerosas ocasiones en las mismas trincheras dirigiendo él mismo el ataque. A parte de los reiterados bombardeos y los, hasta el momento, inegicaces trabajos de zapa y minado, el ejército de asedio no ha intentado ataque frontal alguno contra las murallas españolas, a pesar de la desproporción de fuerzas existentes en el campo (unos 40.000 moros frente a apenas 2.000 españoles), lo que demuestra en valor militar que una buena fortificación tenía en la época.




CONTINUA EL ASEDIO

La llegada del año nuevo de 1775 vio la continuación por parte marroquí de nuevas trincheras en la zona de Santiago y la playa, molestadas grandemente por el fuego de artillería español que las tenía dentro de su alcance. Los refuerzos, aún incompletos, recibidos por los españoles permitieron el completar los puestos de defensa con nuevos hombres de refuerzo que, igualmente, lograron adelantar la construcción de nuevas obras defensivas y reparar las dañadas.

La mejora del iempo permite la descarga del material de artillería traído desde la península, mejorando de este modo la potencia de fuego de la guarnición. Igualmente, el día 3 de enero llegan a Melilla otras dos fragatas de guerra con el Regimiento de Zamora a bordo (al mando del Coronel José de Avellaneda), pero debido a la escasa capacidad de la Plaza para mantener a más hombres, solamente son desembarcadas dos compañías de granaderos y algunos elementos de infantería. La guarnición de Melilla alcanza los 3.500 hombres, que serán reforzados al día siguiente con la llegada de algunos artilleros más, así como personal médico y gran número de víveres, provisiones y municiones para la plaza. La llegada de nuevas piezas de bronce de gran calibre (de 24, 18 y 12 libras) permite mejorar la defensa de la plaza gracias al alcance de las mismas, bastante superior al que podían oponer los marroquíes.

El indiscutible dominio del mar por parte de los españoles permite que, cuando el tiempo no lo impide, la guarnición se encuentre bien pertrechada. El día 4 de enero, se dispone que varias unidades de la Escuadra, al mando del Capitán de Navío José Hidalgo Cisneros, permanezca frente a Melilla. En principio, dos fragatas y cuatro jabeques la forman.

Los moros intentaron impedir la llegada de estos refuerzos mediante el establecimiento de varias baterías en la costa que con su fuego entorpecieran el desembarco, pero con escaso éxito. El bombardeo continuaba diariamente empleando, en ocasiones, el fuego conjunto de las 32 piezas de asedio que tenían; a esta táctica, los españoles la llamaron "el rosario de Mahoma". El avance de las trincheras continua en la zona del fuerte de San Miguel, con el fin de impedir una salida de las tropas españolas, pero sus trabajos son lentos habida cuenta de que se hallan bajo fuego mejorado de la artillería hispana.

Repuestos tras el primer mes de asedio gracias a los refuerzos recibidos, los españoles comienzan a preparar acciones ofensivas que hagan más difícil la situación del ejército que los asedia. Para el día 9 de enero se prepararon dos acciones coordinadas con el fin de destruir los trabajos de atrincheramiento de los marroquíes. Por un lado, un grupo de doce desterrados al mando del Cabo de las compañías fijas de Melilla, Alonso Martín, saliendo del Fuerte del Rosario, intentarían lanzar una serie de bombas a una de las minas que el enemigo tenía allí, al tiempo que una fragata desde el mar cañonease dicha posición. La partida española saltó los muros y, matando a un centinela, se introdujo en la trinchera enemiga, arrojando unas bombas por una claraboya, lo que hizo salir a toda prisa a aquellos que se encontraban dentro. Con el ruido producido por las explosiones, y los cañonazos que desde el mar lanzaba la fragata hispana, los cerca de 200 hombres que ocupaban la trinchera creyeron que se trataba de una salida en toda regla de la guarnición española, por lo que huyeron, ocasión aprovechada por los españoles para quemar la trinchera y retirarse a las murallas, protegidos por el fuego de los fuertes de la Victoria, Rosario y San Antonio; recuperados tras la conmoción inicial, los marroquíes se limitaron a iniciar un furioso bombardeo con sus morteros.

El hostigamiento español continuó, volviendo el día siguiente una fragata española a cañonear la Puntilla, siendo contestado por el fuego enemigo sin resultados. Los moros seguían insistiendo en su avance hacia los fuertes Victoria Grande y San Antonio, y durante varias noches intentaron quemar la estacada que protegía éste último y hacer estallar las bombas alli colocadas por los españoles, sin conseguirlo. Sus trabajos de zapa en esa zona obtiene algún resultado pero sin dañar seriamente a las defensas. El fuego de contrabatería español comienza a hacer mella en las betrías moras, destrozando algunas de sus piezas.

El 19 de enero, fecha del cumpleaños de Carlos III, todas las piezas de Melilla y de la escuadra efectúan una descarga a la salida y a la puesta del sol para conmemorar el día, a lo que son contestadas por las baterías marroquíes. Los españoles se afanan en mejorar las obras defensivas y colocar el material artillero recibido en posición; así, en el fuerte de Victoria Grande, se colocan cinco nuevas piezas visto que constituye el objetivo principal para los asediadores. El gran alcance de los nuevos cañones recién recibidos, obliga a los marroquíes a alejar más su campamento.


SALIDAS ESPAÑOLAS

La Escuadra hubo de retirarse el día 23 de enero al fondeadero de Chafarinas en busca de abrigo, debido a un fuerte temporal levantado en la zona, y privando a Melilla de su fuego durante cuatro días. Los días siguientes vieron como disminuía el fuego enemigo y de nuevo intentaban quemar las empalizadas españolas en Rosario y Santa Bárbara, sin apenas resultados, al tiempo que se observan preparativos para un ataque frontal mediante la construcción de escalas de madera. El día 28, dos compañías del Regimiento de La Princesa y una del de Nápoles, son enviadas a Victoria Grande como refuerzo ante un inminente ataque marroquí precedido por la voladura de algunas minas. El navío San José cañonea las posiciones enemigas para evitar ésto. Al día siguiente se suspendió una salida que iban a efectuar los españoles para clavar las baterías enemigas en la Puntilla debido al gran refuerzo de hombres que los moros trasladaron a aquella zona. El 31 de enero, la escuadra hizo un simulacro de desembarco en la Mar Chica, cercana a Melilla, donde tenía su campamento el Sultán. Ese divertimento fue aprovechado por las tropas españolas para volar una de las minas que los marroquíes dirigían hacia el fuerte del Rosario, habiéndose aprestado en Victoria Grande varias compañías de granaderos para asaltar las trincheras enemigas, salida que, de nuevo, fue anulada en último extremo.

El fuego de los marroquíes continuó de modo regular durante todos esos días, pero tras sus frabasos en las minas contra Victoria Grande, parecieron desistir de su intento de un ataque frontal contra esta posición. Los españoles lograron quemar en varias ocasiones las trincheras que el enemigo había aproximado al fuerte. La única gran pérdida española fue una voladura accidental de un pequeño almacén de pólvora en la Batería de San Juan que, tras matar a siete hombres, arruinó parte de la muralla, que fue rápidamente recompuesta y reforzada con dos piezas. Toda la defensa de la plaza fue repasada, efectuándose la colocación de nuevas piezas, reforzándose los lienzos de muralla dañados, aprestando medidas contra las minas y fogatas, y reforzando los obstáculos y empalizadas.


EL SULTAN DESISTE

Desde primeros del mes de febrero se detectaron movimientos en el campo enemigo de tropas e impedimenta, tanto yendo como viniendo, así como una mayor presencia del emperador en las posiciones de asedio, lo que se interpretó como que algo no iba bien en el campo enemigo. Un último gran intento pareció llevarse a cabo el día 11 de febrero cuando toda la guarnición española se puso en armas ante el movimiento de más de 15.000 soldados de infantería y caballería enemiga hacia la zona del fuerte de Victoria Grande, pero solamente se limitaron a hacer algunas pasadas y descargas delante de las posiciones españolas después de las cuales se retiraron, renunciando a todo ataque frontal.

Los refuerzos de hombres desde Málaga continuaron llegando, esta vez unos 300 hombres el día 12 de febrero. El 16 de febrero, el enemigo intenta de nuevo pegar fuego a la estacada de Santa Bárbara, siendo rechazados por el fuego de fusilería español. El mal tiempo se adueña de la zona a mediados de febrero, impidiendo la acción de la Escuadra y dificultando mucho la situación del enemigo. Igualmente, uno de estos temporales hizo que se perdieran varias barcazas cargadas con provisiones y municiones que fueron a varar a la playa del enemigo.

Las escaramuzas y pequeñas incursiones de los marroquíes se producían casi todas las noches, pero un asalto frontal ya parecía totalmente descartado, ya que varias de sus trincheras más próximas fueron quemadas por el fuego español.

Con la llegada del mes de marzo se continúan las pequeñas escaramuzas, lanzándose el día 2 algunas bombas sobre Victoria Grande. Ese día, los marroquíes se apoderaron de una lancha de transporte que estaba en la bahía, matando a su tripulación, pero perseguida inmediatamente por otras con soldados de la guarnición, la abandonaron y escaparon a nado. Los españoles hicieron una salida el día 4 delante del fuerte de San Miguel, tomando por sorpresa al enemigo y causándole varios muertos.

Los siguientes días vieron muy escasa actividad en el campamento enemigo, habiendo desaparecido el emperador de la vista. El día 16 de marzo se comienza a retirar el campamento enemigo y a desplazarse varias de sus divisiones en el campo, así como se apercibió que el propio Emperador parecía retirarse. A las dos de la tarde, se puso bandera blanca en una de las trincheras enemigas y muchos moros se asomaron a pecho descubierto frente a las murallas españolas. Una hora más tarde, el Mariscal Sherlock ordenó que se hiciese lo propio en uno de los torreones españoles. Este, bajó con una comitiva hasta una de las puertas de Los Huertos donde se reunió con un embajador marroquí. Tras varios días de conversaciones y parlamentos, y tras comprobar que el enemigo se había retirado de los alrededores, el día 19 de marzo de 1775 era levantado el asedio a la ciudad española de Melilla. El asedio había costado a los españoles 117 muertos y 509 heridos. Según cronistas de la época, sobre Melilla se lanzaron 8.239 bombas y 3.129 balas de cañón.

ANEXO

1.- LA GUARNICION DE MELILLA

Melilla estaba regída por un Alcalde Mayor (Honorato de Valenzuela). Contaba, en 1774, en el plano militar, con un Estado Mayor de la Plaza, cuya cabeza era el Gobernador Militar, que en aquella época era el Coronel de los Reales Ejércitos José Carrión Conde, y que estaba auxiliado por un Sargento Mayor, dos ayudantes, un ingeniero, un delineador, un Comisario Ordenador de la Artillería, un Guarda-Almacén, un intérprete y un escribano.

La Guarnición habitual de la ciudad la constituían las dos Compañías Fijas de Melilla, mandadas por los capitanes Vicente de Alva y Antonio Manso. Estas unidades procedian de las Compañías Fijas de Africa creadas en 1717 para dar protección a las plazas africanas, reorganizadas porteriormente en Melilla al reducir su número de cuatroa a dos en 1745.

La artilleria de la Plaza estaba formada por un total de 28 cañones de bronce, 81 de hierro y 16 morteros, si bien la mayoría de los de hierro eran considerados como totalmente inútiles y, como se demostró durante el asedio, muchos de ellos reventaron tras los primeros disparos causando más daño a los españoles que los manejaban que al enemigo. Antes del asedio ya se propuso la necesidad de sustituir a todos los de hierro, cosa que se hizo, poco a poco, con las piezas rápidamente transportadas desde la Península. El personal encargado del manejo de toda esta artillería estaba formado por un sargento, dos cabos y 46 artilleros que, al ser muy inferior al número de piezas a cubrir, debió de multiplicarse en todas las baterías para poder atender m´nimamente las piezas principales; para auxiliarles en su labor, varios oficiales de la Plaza se hicieron cargo de algunas de las baterías hasta la llegada, ya durante el asedio, del Segundo Batallón de Artillería de Cádiz.

Esta reducida guarnición de Melilla se vió reforzada con varias unidades más desde que, a comienzos de la década, se incrementó la hostilidad del Sultán. Una serie de compañías precedentes de diferentes regimientos se relevaban semestralmente en la Plaza para auxiliar a la guarnición fija en las labores de defensa de la Plaza. En diciembre de 1774, la guarnición de Melilla se completaba con cuatro compañías del Segundo Batallón del Regimiento de Infantería Ligera de Cataluña (al mando del Capitán Lorenzo Barutell), y otras cuatro procedentes del Regimiento de Infantería de la Princesa (Teniente Coronel Juan Roca), totalizando en su conjunto unos 500 hombres más. Durante el asedio, llegaron más tropas procedentes de los regimientos de Nápoles, Bravante, Bruselas y Zamora. En total, las tropas que defendían Melilla no superaron el número de 3.150 hombres.

Como embarcaciones adscritas a la Plaza constaban en aquella época un jabeque de 1.000 quintales, armado con cuatro cañones y seis pedreros, tripulado por 18 hombres de los llamados "Pelotones de Mar" (antecesores de las actuales "Compañías de Mar"); además de una falúa de 100 quintales con cuatro pedreros, una lancha con 18 remos y dos de 14.


2.- ESCUADRA DE APOYO A MELILLA

El Marqués de Grimaldi alistó las siguientes unidades para el apoyo ante un posible ataque a las plazas del norte de Africa. En Cádiz se reunieron dos escuadras: la del General Antonio Barceló, ya ocupada en frenar las continuas correrías de piratas berberiscos en el Mediterráneo, y otra más numerosa al mando del Capitán de Navío José Hidalgo de Cisneros, destinada directamente al socorro de la plaza o plazas atacadas. Dicha escuadra estaba formada por las fragatas Santa Lucía (buque insignia de Hidalgo de Cisneros) y la fragata Santa Dorotea (Capitán de Navío Vicente Jáuregui), además de los jabeques Lebrel (Comandante Justo Riquelme), Pilar (Comandante Juan Santos Martínez), Andaluz (Comandante Francisco Javier Bermúdez), Garzota (Comandante Francisco Rodríguez Ponte), San Sebastián (Comandante Pedro de Lira), Atrevido (Comandante Buenaventura Moreno), San Luis Beltrán (Comandante Diego de la Torre y Rivera) y San Antonio (Capitán de Fragata Francisco de Borja); además, diversos buques, entre ellos el navío San Genaro y las fragatas San José, Santa Gertrudis y Santa Catalina, quedaban fondeados en varios puertos del sur como apoyo a la escuadra y para el transporte de tropas.



FUSILERO 2º REGIMIENTO DE INFANTERIA LIGERA DE CATALUÑA


3.- FUERZAS MARROQUIES

En principio se estimaron los efectivos del Ejército Marroquí que asediaron Melilla en 1774-1775, en unos 8.000 infantes y 4.000 de caballería, pero estas fuerzas se irían incrementando hasta alcanzar, en el mes de enero, un número comprendido entre los 30.000 y 40.000 hombres, incluidas entre ellas la famosa Guardia Negra del Emperador, que en número de 2.000 escoltaban al propio Sultán, y que eran famosos por su crueldad. El cerco a Melilla fue completo por tierra, estableciéndose un total de cinco baterías de cañones y tres de morteros de asedio en San Lorenzo, Tarara, Santiago, Horcas y Puntilla. El ala derecha del Ejército marroquí estaba mandada por el propio Emperador, mientras que las otras dos estaban bajo el mando de dos de sus hijos, Moulay Ali (el centro) y Moulay Maimon (izquierda). El material artillero con el que contaba el Ejército marroquí era de reciente factura y, al parecer, manejado por varios artilleros británicos.



4.- MARISCAL DE CAMPO D. JUAN SHERLOCK.

El Mariscal de Campo D. Juan Sherlock, comandante en jefe de Melilla durante el "asedio de los 100 días" de 1774-1775, fue escogido para ese cargo en atención a sus cualidades personales, tal como consta en el oficio con fecha 19 de octubre de 1774, en el que se le ordena tomar inmediatamente el mando de la plaza de Melilla. Sin duda alguna, fueron en gran medida la experiencia y personalidad de Juan Sherlock lo que hizo posible que Melilla y su guarnición aguantasen ese último asedio de su historia, consiguiendo la victoria final para las armas españolas.

De familia de origen británico, ingresó en el Ejército español ya en 1719, ascendiendo progresivamente de grado y participando en gran número de acciones de guerra como el sitio de Gibraltar de 1727, la reconquista de Orán en 1735, la campaña de Extremadura en ese mismo año como guarnición en Orán hasta 1748, siendo nombrado gobernador de Mazalquivir. Posteriormente vería servicio activo en la campaña de Portugal, siendo nombrado Coronel y destinado a Ceuta en 1769. Estaba destinado en El Puerto de Santa María cuando el 25 de octubre de 1774 le llega el oficio ordenándole partir para Melilla. Alcanzada Málaga, el 29 de noviembre parte para Melilla a donde llega el 5 de diciembre, apenas cuatro días antes de comenzar el asedio.

Tras su heroica astuación, es ascendido a Teniente General y nombrado Gobernador Militar y Político de San Lucar de Barrameda, hasta su fallecimiento el 26 de junio de 1794.



INFANTE DEL 2º REGIMIENTO DE INFANTERIA LIGERA DE CATALUÑA


5.- LA GUERRA DE LAS MINAS

La guerra de la minas era el método más utilizado en todo el siglo XVIII cuando se trataba de atacar una posición fortificada, especialmente si, como en el caso de Marruecos, no se disponía de una potente artillería de asedio. La mina es una hueco o bóveda que se practica alrededor de las murallas, con el fin de llegar hasta su base y provocar su hundimiento. Para luchar contra las minas se empleaba la contramina, que era una galería subterránea dispuesta para observar al minador enemigo y hacerle inútil su trabajo. Las minas tienen galerías, ramales y hornillos. Las galerías circundan las murallas y de ellas parten los ramales, normalmente hechos en zigzag para amortiguar los efectos de las explosiones, y éstos finalizan en los hornillos, que son pequeñas cámaras donde se coloca el explosivo para hacerlo estallar.

La guarnición española de Melilla ya hizo amplio uso de ellas en el llamado "asedio de los treinta años", a partir de 1677, por lo que los sucesivos recintos de Melilla estaban bien equipados con minas para evitar la acción enemiga. En el asedio de 1775, los españoles demostraron en torno al fuerte Victoria Grande que eran maestros en el tema.

Comienzan los trabajos de contraminado del enemigo sobre las minas españolas situadas en La Puntilla, disponiendo inmediatamente la guarnición española la creación de algunos ramales y cortaduras con el fin de detenerles. Una vez localizada la mina enemiga, se procedió a la voladura de un hornillo propio que hizo derrumbarse la mina enemiga, cortándoles el posterior avance hacia las murallas españolas por esa parte. El fallo de la mina marroquí en La Puntilla hizo que centraran sus esfuerzos en el fuerte Victoria, elemento fundamental de la defensa de la Plaza. Se detectaron varios ramales que hacia él se dirigían, así como contra el puerto del Rosario, obligando a los zapadores españoles a abrir algunas de ellas para detenerlas.

Visto que el fuerte de la Victoria se estaba convirtiendo en objetivo principal de los trabajos del enemigo, se decidió colocar una hilera de bombas (trabajo que llevaría a cabo los granaderos del Regimiento de la Princesa) sobre el camino cubierto que une el fortín de San Antonio (situado al lado de Victoria Grande) con aquel del Rosario (en la costa) previniendo de ese modo la voladura de los hornillos por parte del enemigo ya que, de intentarlo se explotarían dichas bombas dejando al descubierto al enemigo en dicha zona y arruinándole sus obras de avance. El 16 de enero efectúan la voladura de uno de los hornillos colocado en el fuerte del Rosario, pero apenas tiene efectos sobre la muralla española. Sus trabajos en otras zonas se paralizan para centrar toda su atención en conseguir destruir la mina española situada entre los fuertes de Victoria Grande y Rosario, mediante la contramina que llevan a cabo desde La Puntilla al Fuerte del Rosario.

Aprovechando la voladura del hornillo, los moros construyeron una trinchera paralela al fuerte Victoria Grande, pero su avance fue muy duro debido al continuo hostigamiento que desde las posiciones españolas se les hacía. Los españoles continuaron reforzando sus contraminas ante este avance enemigo, con la ventaja añadida de que los marroquíes trabajaban por encima de las galerías españolas, permitiendo a éstos volarlas en cualquier momento. El día 28 de enero, los zapadores españoles llegan hasta la mina principal del enemigo donde observan que éste prepara una gran explosión. Sherlock ordena la colocación de hornillos bajo la mina enemiga y el refuerzo del fuerte de Victoria Grande por si acaso. La voladura de uno de los hornillos se efectuó el 31 de enero, arruinando toda la galería enemiga y con gran pérdida de vidas. Al día siguiente se volaron otros dos hornillos colocados bajo diferentes ramales de los marroquíes que, explosionados uno tras otro, lograron causar aún mayor mortandad entre los zapadores enemigos. Tras este éxito español, corrieron rumores de que los zapadores moros se negaban a volver al trabajo, siendo obligados a ello bajo pena de muerte.

Unos días más tarde, el 6 de febrero, los marroquíes volaron una de sus fogatas, arruinando una mina española con la pérdida de 16 hombres. Los españoles reaccionaron rápidamente tapando el hueco existente entre la mina española y la mora, la partida allí enviada entabló un tiroteo con los marroquíes en el interior de la mina, pero lograron cumplir su objetivo. Los españoles decidieron reforzar su sistema de contraminas mediante la construcción de una desde el fuerte del Rosario hasta el de Santa Lucía, previendo que los moros intentaran de nuevo avanzar las suyas en esa zona. El 8 de febrero los españoles explotan otro hornillo destrozando otra de las minas dirigidas contra el fuerte del Rosario. La batalla de las minas contra el fuerte de Victoria Grande y del Rosario había sido ganada por las tropas españolas.



NAVIO SAN JOSE

NAVIO SAN GENARO

Dionisio García Florez, editado en el nº 1 de la revista Ristre. 2007.

viernes, 15 de octubre de 2010

TROPAS NOMADAS A CAMELLO. SAHARA ESPAÑOL.



Para las operaciones en el desierto, la uniformidad de las Tropas nómadas era muy funcional y variaba según las circunstancias.

La figura representada, de acuerdo con fotografias de la campaña y testimonios de protagonistas de aquellas acciones, lleva las siguientes prendas:

- Una camisa de campaña, de diseño común en el Ejército de Tierra, en color garbanzo muy claro, con las mangas bajadas y el cuello abrochado.

- Por encima de la camisa lleva la "candora", especie de camisola de color garbanzo, amplia, larga, con hombreras, de mangas cortas, con aberturas en lo alto y lo bajo de la delantera, así como en lo bajo de la trasera; en el pecho tiene un bolsillo interior y en los laterales aberturas para acceder al interior; en el lado izquierdo lleva sobrepuesta una pieza de la misma tela en forma de rombo y en cuyo interior bordado en amarillo, el emblema de la estrella de cinco puntas sostenida por la media luna.


- Por debajo lleva el "serual", amplio y corto calzón, idóneo para montar y de confección particular, que se sujeta con un estrecho y largo cinto de cuero denominado "eg-sat".
- Se cubre la cabeza y el cuello con el "zam" de color arena.
Su equipo consta de un cinto de lona de color arena compuesto de cartucheras, siendo característico de estas tropas llevar los tirantes caídos. Para dirigir el camello (en realidad dromedario), completando la acción de la rienda única d "jesama", lleva una fusta llamada "debus".
La silla de montar o "ráhala" tenía la cubierta de cuero rojizo decorada a base de líneas, círculos y puntos de color rojo y verde. Para obtener cierta comodidad, el siento se mullía con un peludo vellón de carnero al que se denominaba "aligüi". Bajo la silla servían de protección ("erfed") para el camello dos o tres alfombras de variado colorido y decoración.
El equipo personal (jersey caqui, otra piel de carnero, una "tesaia" o bolsita, "tasufra" o bolsa de viaje, etc.) y el del animal (trabas, etc.) iban colgados de la silla por medio de cuerdas o tiras de cuero entrelazado. El fusil de asalto CETME Mod. C cuelga por su correa del delantero. El camello muestra en el cuello su número y la marca.

1939/1940. EL NACIMIENTO DE UN REGIMIENTO DE CARROS

El 1 de septiembre de 1939 el "Ejército de la Victoria" fue reorganizado para adaptarse a la paz. Paradojas del destino: ese mismo día daba comienzo la mayor contienda de la historia, la Segunda Guerra Mundial, y aunque España no participó activamente en tal conflicto la citada reorganización quedó parcialmente en suspenso hasta que llegaron tiempos mejores.
Los Ejércitos (E) y Cuerpos de Ejército (CE) vencedores se transformaron en las 8 Capitanías Generales de la Península, recreadas ahora tras su supresión por la República, contando cada una de ellas con un Cuerpo de Ejército; en el Protectorado Español en el Norte de Africa se constituyó un Ejército con dos Cuerpos de Ejército.



Impresionante aspecto del campo de Escuelas Prácticas de Ripollet, donde podemos contemplar nueve UNL-35 y cuatro T-26B, uno de ellos sin el arma principal.
Aquellas Unidades fueron dotadas con los fogueados combatientes y con los probados materiales de la pasada guerra, tanto de uno como de otro bando. Por lo que se refiere al material, eficaz y moderno, hasta los primeros años de la 2ª Guerra Mundial, los años de combate y las diversas procedencias, hacían necesaria su revisión y puesta a punto.

Aspecto de una clase del curso de carros de combate y blindados desarrollado en Barcelona.

Con este panorama general, la recreación de nuevas unidades mecanizadas, en España suponía un reto impresionante, sobre todo teniendo en cuenta los años perdidos antes de la guerra, donde la Reforma de Azaña apenas si había iniciado la motorización. El caso más amplio de reorganización de las grandes unidades, tipo División o CE, es lo suficientemente atractivo como para otro trabajo.

Las clases vespertinas eran eminentemente prácticas.

Con los 651 Carros de Combate y Autoametralladoras disponibles al final de la guerra, procedentes de la Agrupación de Carros de Combate del Ejército Nacional y de "recuperación", se crearon 4 Regimientos de Carros de Combate (nº 1 en Madrid, nº 2 en Sevilla, nº 3 en Valladolid y nº 4 en Estella-Pamplona), 10 Grupos de Exploración y Exploteción de Caballería, y un Escuadrón de Autoametralladoras en Ifni. También se mecanizaron varios Regimientos de la División de Caballería Penínsular y de la Brigada Mixta de Caballería de Marruecos.

Como ejemplo de lo que supuso todo ello veamos el caso del Cuerpo de Ejército de Urgel, es decir, el de la Capitanía de la Cuarta Región Militar con cabecera en Barcelona. Su Regimiento de Carros surgió del 2º Batallón de la Agrupación de Carros de Combate, y el resto de sus unidades, fundamentalmente, de las Tropas del Ejército de Levante y del CE de Urgel (y Divisiones 15, 50, 73 y 75).

Dos instantaneas que muestran el proceso de carga de un T-26B sobre la plataforma de un camión portacarros.

Una vez reconstruidos por el Servicio de Parques y Talleres de Automovilismo de la Región los carros de combate y carrocetas que constituían la totalidad de las plantillas del Regimiento de Carros nº 3, Escuadrón de Autoametralladoras y Batallón Ciclista, el Capitán General dispuso que, antes de ser entregado dicho material a los cuerpos respectivos, se organizase un Curso de Conductores de Carro y Blindado con la doble finalidad de formar a dichos conductores y someter el material reconstruido a las pruebas necesarias para garantizar su normal funcionamiento.
Carro T-26B durante las pruebas, pasando un obstáculo de la pista.

Hay que tener en cuenta que la plantilla del Regimiento de Carros, a dos batallones era:

31 Carros ligeros Panzer I. Modelos A y B (alemanes). En 1943, contaría con Carros Fiat L-3

31 Camiones portacarros y seis remolques de igual clase.

27 Carros Medios T-26 (rusos).

27 Camiones pesados portacarros

7 Motos

32 Coches diversos y 12 aljibes.

3 Camiones ligeros.

4 Autocarretas.

Carros ligeros Panzer IA en la pista

Y la del Escuadrón de Caballería, en resumen, la siguiente:

12 Autoametralladoras Unión Naval de Levante UNL-35 (4 por sección).

3 Coches ligeros.

2 Camiones.

8 Motos.

El personal de tropa asistente al Curso fue el siguiente:

Regimiento de Carros.................................................90

Regimiento de Caballería............................................24

Batallón Ciclista.........................................................24

Grupo de Automóviles..................................................7

TOTAL.....................................................................145

Volviendo al curso, la duración fue de 30 días. Dió comienzo el día 20 de agosto de 1940 y terminó el 20 de septiembre, desarrollandose en dos fases, una teórica en el Cuartel del Grupo de Automovilismo, de 15 días de duración, y otra práctica de otros tantos días en el Campo de Escuelas Prácticas de Ripollet.

La fase teórica consistió en una serie de conferencias explicadas sobre la pizarra, por la mañana, y sobre los distintos órganos del vehiculo, por la tarde.

Enemigos en la guerra y compañeros en la paz. Dos carros; dos origenes; dos concepciones. Ambos constituyeron la espina dorsal de las unidades acorazadas españolas en la postguerra.

Las clases de la tarde fueron eminentemente prácticas. Existían en la clase cuatro motores completamente desmontados y otros muchos órganos con cortes adecuados para que el ojo del alumno pudiese llegar a los lugares más escondidos de los mismos. En esta clase se distribuían los alumnos por grupos alrededor de varios mecánicos de la Sección de Talleres que, sobre las piezas, insistían en las explicaciones dadas por la mañana, permitiéndose a los alumnos manipular sobre los mecanismos y cambiar impresiones entre sí. Otros días la clase era sobre el carro o blindado parado.
Se distribuyó entre los alumnos el folleto de "Investigación de averías".
Para la fase práctica se alojaron los alumnos en la fábrica de Martinet del Campo, de la Escuela Práctica de Moncada-Ripollet.
Los carros reconstruidos y reparados al finalizar la guerra, dieron un resultado excelente en el campo y en la pista de obstáculos. Aún les quedaban quince largos años hasta la sustitución por material americano.
Se dividió el personal en grupos con un instructor en cada uno de ellos. Antes de darles el mando del carro, el personal de los distintos grupos pasó por un carro-escuela.
Se construyó una pista de obstaculos artificiales, se habilitó una amplia explanada para cambios de formación y se dispuso también un "elemento de resistencia" (posición "erizo" para una compañia en trincheras) con alambrada, para entrenar al personal en el despliegue y asalto a una posición.

Por las tardes, con objeto de restringir el consumo de gasolina se dieron clases técnicas y se procedió a repostar y limpiar los carros. Esta escasez de gasolina no permitió a los alumnos practicar en la conducción del carro todo el tiempo que hubiera sido conveniente, por lo que debió de ser necesario completar en el Regimiento de Carros la formación práctica de los mismos.
El Capitán General de Cataluña asistió a la clausura del curso, desarrollándose ante él una demostración práctica.

El Exmo. Sr. Capitán General de esta región honró con su presencia la clausura de este cursillo, desarrollándose ante él una demostración práctica.

En cuanto a las pruebas realizadas con el material se anotaron diariamente las reparaciones efectuadas por el Taller Móvil de este Grupo que se destacó a Ripollet, remitiéndose relación de las mismas a Parques y Talleres con un gráfico demostrativo de las averías más corrientes, con objeto de que en los carros que estaban todavía en reconstrucción se subsanasen las pequeñas deficiencias observadas.



Es digna de admiración la metodología y los conocimientos que se desprenden del programa del curso. No falta nada de los que hoy consideramos la última palabra en enseñanza, salvando los simuladores: Enseñanza intensiva, grupos reducidos, monitores, material de enseñanza seccionado, guías de bolsillo de investigación de averías, clases prácticas, carro-escuela, pista de obstáculos, instrucción y tema táctico, etc.. Y lo mismo puede decirse de la capacidad técnica del Parque y Talleres Regional, pues en unos pocos meses, desde comienzos de aquel año 1940, se constituyeron a sí mismos; partiendo de las Bases Móviles y Escalones de Mantenimiento de la pasada guerra, y repararon (y a veces reconstruyeron) todo aquel material de combate y transporte. Todo un ejemplo de eficacia.

Articulo editado en el nº 1 de la Revista Española de Historia Militar.

Autor José M. Manrique

jueves, 14 de octubre de 2010

EMBLEMAS, INSIGNIAS, DIVISAS Y MEDALLAS (1)

EMBLEMAS PRENDAS DE CABEZA

CUERPO GENERAL DE LAS ARMAS

OFICIAL




EMBLEMA GENERAL DE LAS ARMAS SUBOFICIAL EMBLEMA GENERAL DE LAS ARMAS TROPA CUERPO DE INTENDENCIA OFICIAL
CUERPO DE INGENIEROS

OFICIAL
EZAPAC

ESCUADRON DE ZAPADORES PARACAIDISTAS
EADA

ESCUADRON DE APOYO AL DESPLIEGUE AEREO

ESCUADRILLA DE HONORES
SEADA SEGUNDO ESCUADRON DE APOYO AL DESPLIEGUE AEREO

GRUPO DE SEGURIDAD DE LA AGRUPACION DEL CUARTEL GENERAL DEL EJERCITO DEL AIRE

ESCUADRILLA DE POLICIA AEREA

UNIDAD ESPECIAL



ESCUADRON DE SERVICIOS MANDO AEREO DE CANARIAS
ESCUADRON DE SEGURIDAD Y SERVICIOS DE LA AGRUPACION DEL CUARTEL GENERAL DEL EJERCITO DEL AIRE ESCUADRILLA DE POLICIA AEREA UNIDAD ESPECIAL DE INTERVENCION

POLICIA AEREA DEL ACAR ACUARTELAMIENTO DE GETAFE