EL ASEDIO DE LOS 100 DIAS
A la vista de las tan poco tranquilizantes noticias procedentes de allende el Estrecho, Grimaldi comenzo a tomar una serie de medidas con el fin de asegurar, en la medida de lo posible, una mejor defensa de las plazas, en particular la de aquella de Melilla. Para ello, se acordo el envio de una comision tecnica a las mismas con el fin de evaluar sus defensas y llevar a cabo las obras necesarias para su fortalecimiento. La comision, que visito Melilla, en septiembre de 1772, estaba compuesta por el Mariscal de Campo Luis Urbina Calleja, el Ingeniero Director Juan Caballero y el Ingeniero Comandante Ricardo Ailmen. Del estudio elaborado se desprendia el mal estado de las fortificaciones y del material de artilleria de la plaza, necesitando ambos reparaciones y sustituciones urgentes. La fortificacion fue mejorada con la construccion de dos nuevas baterias, conocidas como Concepcion Alta y Baja (situadas sobre la ensenada de los Galapagos), asi como el refuerzo del resto para poder aguantar el fuego del enemigo. En cuanto al material de artilleria, la mayoria compuesto por piezas de hierro, y algunas con mas de cien años encima, fue muy poco lo que hizo hasta despues de comenzado el asedio.
En 1774, las noticias de un inminente ataque eran ya alarmantes, por lo que el Gobierno español acuerda enviar a Melilla a un General que se hiciera cargode todo lo relativo a la defensa de la plaza y que impulsara dicha defensa, la tarea quedo en manos del Mariscal de Campo Juan Sherlock, autentico alma mater de la victoria conseguida posteriormente. Este mariscal llegaria a Melilla el 28 de junio de 1774 a bordo del chambequi Andaluz.
Ante el mas que ya previsible ataque marroqui, el Gobierno decidio, igualmente, preparar una serie de unidades y buques en la costa sur peninsular con el fin de dar una pronta respuesta en caso de ataque marroqui a cualquiera de las plazas españolas (2).
El tiempo que duran estos primeros bombardeos enemigos hace que, el día 23, ya se empiecen a notar los trabajos de minado del enemigo, que comienza a acercarse a La Puntilla, donde los españoles tenían hechas algunas minas. La guerra subterránea de minados y contraminados da comienzo en torno a Melilla (5).
LLEGAN LOS REFUERZOS
El día 29 de diciembre, por fin, se presentan ante Melilla dos fragatas y tres jabeques, junto con otras naves de transporte que, tras 20 días de asedio, consiguen traer a la plaza sitiada los muy necesitados materiales y tropas de refuerzo. Según cronistas de esta guerra, por aquel entonces la ciudad de Melilla había sido castigada con 2.300 bombas que causaron, gracias a las medidas adoptadas por Sherlock, solamente 12 muertos y 135 herídos. El día 30 de diciembre continúan llegando más buques de guerra, hasta 24 entre ellos el navío San Genaro, de 70 cañoñes, así como cuatro embarcaciones con artillería, pero solamente desembarca el personal permaneciendo las piezas en las naves.
Los refuerzos de tropas son sumamente bienvenidos por los sitiados, recibiendo cerca de 600 nuevos soldados procedentes del Regimiento de la Princesa (al mando del Coronel Domingo Salazar), así como de los regimientos de Infanteria de Bruselas, Bravante, Nápoles y Cataluña. La descarga de hombres y material debió de posponerse al día siguiente debido al mal tiempo, quedando la mayor parte del mismo aún en los buques. Varias lanchas que intentaron acercarse a la costa zozobraron.
El campamento marroquí no permanece inmutable, la no claudicación de la Plaza tras los primeros días (cosa que al parecer esperaba el amperador) parece haber creado un gran malestar en el campo, llegando a oídos de los españoles noticias de malestar y disputas entre los mandos, así como de deserciones y falta de avituallamiento entre las filas marroquíes. Algo debió de pasar pues el emperador hizo acto de presencia en numerosas ocasiones en las mismas trincheras dirigiendo él mismo el ataque. A parte de los reiterados bombardeos y los, hasta el momento, inegicaces trabajos de zapa y minado, el ejército de asedio no ha intentado ataque frontal alguno contra las murallas españolas, a pesar de la desproporción de fuerzas existentes en el campo (unos 40.000 moros frente a apenas 2.000 españoles), lo que demuestra en valor militar que una buena fortificación tenía en la época.
CONTINUA EL ASEDIO
La llegada del año nuevo de 1775 vio la continuación por parte marroquí de nuevas trincheras en la zona de Santiago y la playa, molestadas grandemente por el fuego de artillería español que las tenía dentro de su alcance. Los refuerzos, aún incompletos, recibidos por los españoles permitieron el completar los puestos de defensa con nuevos hombres de refuerzo que, igualmente, lograron adelantar la construcción de nuevas obras defensivas y reparar las dañadas.
La mejora del iempo permite la descarga del material de artillería traído desde la península, mejorando de este modo la potencia de fuego de la guarnición. Igualmente, el día 3 de enero llegan a Melilla otras dos fragatas de guerra con el Regimiento de Zamora a bordo (al mando del Coronel José de Avellaneda), pero debido a la escasa capacidad de la Plaza para mantener a más hombres, solamente son desembarcadas dos compañías de granaderos y algunos elementos de infantería. La guarnición de Melilla alcanza los 3.500 hombres, que serán reforzados al día siguiente con la llegada de algunos artilleros más, así como personal médico y gran número de víveres, provisiones y municiones para la plaza. La llegada de nuevas piezas de bronce de gran calibre (de 24, 18 y 12 libras) permite mejorar la defensa de la plaza gracias al alcance de las mismas, bastante superior al que podían oponer los marroquíes.
El indiscutible dominio del mar por parte de los españoles permite que, cuando el tiempo no lo impide, la guarnición se encuentre bien pertrechada. El día 4 de enero, se dispone que varias unidades de la Escuadra, al mando del Capitán de Navío José Hidalgo Cisneros, permanezca frente a Melilla. En principio, dos fragatas y cuatro jabeques la forman.
Los moros intentaron impedir la llegada de estos refuerzos mediante el establecimiento de varias baterías en la costa que con su fuego entorpecieran el desembarco, pero con escaso éxito. El bombardeo continuaba diariamente empleando, en ocasiones, el fuego conjunto de las 32 piezas de asedio que tenían; a esta táctica, los españoles la llamaron "el rosario de Mahoma". El avance de las trincheras continua en la zona del fuerte de San Miguel, con el fin de impedir una salida de las tropas españolas, pero sus trabajos son lentos habida cuenta de que se hallan bajo fuego mejorado de la artillería hispana.
Repuestos tras el primer mes de asedio gracias a los refuerzos recibidos, los españoles comienzan a preparar acciones ofensivas que hagan más difícil la situación del ejército que los asedia. Para el día 9 de enero se prepararon dos acciones coordinadas con el fin de destruir los trabajos de atrincheramiento de los marroquíes. Por un lado, un grupo de doce desterrados al mando del Cabo de las compañías fijas de Melilla, Alonso Martín, saliendo del Fuerte del Rosario, intentarían lanzar una serie de bombas a una de las minas que el enemigo tenía allí, al tiempo que una fragata desde el mar cañonease dicha posición. La partida española saltó los muros y, matando a un centinela, se introdujo en la trinchera enemiga, arrojando unas bombas por una claraboya, lo que hizo salir a toda prisa a aquellos que se encontraban dentro. Con el ruido producido por las explosiones, y los cañonazos que desde el mar lanzaba la fragata hispana, los cerca de 200 hombres que ocupaban la trinchera creyeron que se trataba de una salida en toda regla de la guarnición española, por lo que huyeron, ocasión aprovechada por los españoles para quemar la trinchera y retirarse a las murallas, protegidos por el fuego de los fuertes de la Victoria, Rosario y San Antonio; recuperados tras la conmoción inicial, los marroquíes se limitaron a iniciar un furioso bombardeo con sus morteros.
El hostigamiento español continuó, volviendo el día siguiente una fragata española a cañonear la Puntilla, siendo contestado por el fuego enemigo sin resultados. Los moros seguían insistiendo en su avance hacia los fuertes Victoria Grande y San Antonio, y durante varias noches intentaron quemar la estacada que protegía éste último y hacer estallar las bombas alli colocadas por los españoles, sin conseguirlo. Sus trabajos de zapa en esa zona obtiene algún resultado pero sin dañar seriamente a las defensas. El fuego de contrabatería español comienza a hacer mella en las betrías moras, destrozando algunas de sus piezas.
El 19 de enero, fecha del cumpleaños de Carlos III, todas las piezas de Melilla y de la escuadra efectúan una descarga a la salida y a la puesta del sol para conmemorar el día, a lo que son contestadas por las baterías marroquíes. Los españoles se afanan en mejorar las obras defensivas y colocar el material artillero recibido en posición; así, en el fuerte de Victoria Grande, se colocan cinco nuevas piezas visto que constituye el objetivo principal para los asediadores. El gran alcance de los nuevos cañones recién recibidos, obliga a los marroquíes a alejar más su campamento.
SALIDAS ESPAÑOLAS
La Escuadra hubo de retirarse el día 23 de enero al fondeadero de Chafarinas en busca de abrigo, debido a un fuerte temporal levantado en la zona, y privando a Melilla de su fuego durante cuatro días. Los días siguientes vieron como disminuía el fuego enemigo y de nuevo intentaban quemar las empalizadas españolas en Rosario y Santa Bárbara, sin apenas resultados, al tiempo que se observan preparativos para un ataque frontal mediante la construcción de escalas de madera. El día 28, dos compañías del Regimiento de La Princesa y una del de Nápoles, son enviadas a Victoria Grande como refuerzo ante un inminente ataque marroquí precedido por la voladura de algunas minas. El navío San José cañonea las posiciones enemigas para evitar ésto. Al día siguiente se suspendió una salida que iban a efectuar los españoles para clavar las baterías enemigas en la Puntilla debido al gran refuerzo de hombres que los moros trasladaron a aquella zona. El 31 de enero, la escuadra hizo un simulacro de desembarco en la Mar Chica, cercana a Melilla, donde tenía su campamento el Sultán. Ese divertimento fue aprovechado por las tropas españolas para volar una de las minas que los marroquíes dirigían hacia el fuerte del Rosario, habiéndose aprestado en Victoria Grande varias compañías de granaderos para asaltar las trincheras enemigas, salida que, de nuevo, fue anulada en último extremo.
El fuego de los marroquíes continuó de modo regular durante todos esos días, pero tras sus frabasos en las minas contra Victoria Grande, parecieron desistir de su intento de un ataque frontal contra esta posición. Los españoles lograron quemar en varias ocasiones las trincheras que el enemigo había aproximado al fuerte. La única gran pérdida española fue una voladura accidental de un pequeño almacén de pólvora en la Batería de San Juan que, tras matar a siete hombres, arruinó parte de la muralla, que fue rápidamente recompuesta y reforzada con dos piezas. Toda la defensa de la plaza fue repasada, efectuándose la colocación de nuevas piezas, reforzándose los lienzos de muralla dañados, aprestando medidas contra las minas y fogatas, y reforzando los obstáculos y empalizadas.
EL SULTAN DESISTE
Desde primeros del mes de febrero se detectaron movimientos en el campo enemigo de tropas e impedimenta, tanto yendo como viniendo, así como una mayor presencia del emperador en las posiciones de asedio, lo que se interpretó como que algo no iba bien en el campo enemigo. Un último gran intento pareció llevarse a cabo el día 11 de febrero cuando toda la guarnición española se puso en armas ante el movimiento de más de 15.000 soldados de infantería y caballería enemiga hacia la zona del fuerte de Victoria Grande, pero solamente se limitaron a hacer algunas pasadas y descargas delante de las posiciones españolas después de las cuales se retiraron, renunciando a todo ataque frontal.
Los refuerzos de hombres desde Málaga continuaron llegando, esta vez unos 300 hombres el día 12 de febrero. El 16 de febrero, el enemigo intenta de nuevo pegar fuego a la estacada de Santa Bárbara, siendo rechazados por el fuego de fusilería español. El mal tiempo se adueña de la zona a mediados de febrero, impidiendo la acción de la Escuadra y dificultando mucho la situación del enemigo. Igualmente, uno de estos temporales hizo que se perdieran varias barcazas cargadas con provisiones y municiones que fueron a varar a la playa del enemigo.
Las escaramuzas y pequeñas incursiones de los marroquíes se producían casi todas las noches, pero un asalto frontal ya parecía totalmente descartado, ya que varias de sus trincheras más próximas fueron quemadas por el fuego español.
Con la llegada del mes de marzo se continúan las pequeñas escaramuzas, lanzándose el día 2 algunas bombas sobre Victoria Grande. Ese día, los marroquíes se apoderaron de una lancha de transporte que estaba en la bahía, matando a su tripulación, pero perseguida inmediatamente por otras con soldados de la guarnición, la abandonaron y escaparon a nado. Los españoles hicieron una salida el día 4 delante del fuerte de San Miguel, tomando por sorpresa al enemigo y causándole varios muertos.
Los siguientes días vieron muy escasa actividad en el campamento enemigo, habiendo desaparecido el emperador de la vista. El día 16 de marzo se comienza a retirar el campamento enemigo y a desplazarse varias de sus divisiones en el campo, así como se apercibió que el propio Emperador parecía retirarse. A las dos de la tarde, se puso bandera blanca en una de las trincheras enemigas y muchos moros se asomaron a pecho descubierto frente a las murallas españolas. Una hora más tarde, el Mariscal Sherlock ordenó que se hiciese lo propio en uno de los torreones españoles. Este, bajó con una comitiva hasta una de las puertas de Los Huertos donde se reunió con un embajador marroquí. Tras varios días de conversaciones y parlamentos, y tras comprobar que el enemigo se había retirado de los alrededores, el día 19 de marzo de 1775 era levantado el asedio a la ciudad española de Melilla. El asedio había costado a los españoles 117 muertos y 509 heridos. Según cronistas de la época, sobre Melilla se lanzaron 8.239 bombas y 3.129 balas de cañón.
1.- LA GUARNICION DE MELILLA
Melilla estaba regída por un Alcalde Mayor (Honorato de Valenzuela). Contaba, en 1774, en el plano militar, con un Estado Mayor de la Plaza, cuya cabeza era el Gobernador Militar, que en aquella época era el Coronel de los Reales Ejércitos José Carrión Conde, y que estaba auxiliado por un Sargento Mayor, dos ayudantes, un ingeniero, un delineador, un Comisario Ordenador de la Artillería, un Guarda-Almacén, un intérprete y un escribano.
La Guarnición habitual de la ciudad la constituían las dos Compañías Fijas de Melilla, mandadas por los capitanes Vicente de Alva y Antonio Manso. Estas unidades procedian de las Compañías Fijas de Africa creadas en 1717 para dar protección a las plazas africanas, reorganizadas porteriormente en Melilla al reducir su número de cuatroa a dos en 1745.
La artilleria de la Plaza estaba formada por un total de 28 cañones de bronce, 81 de hierro y 16 morteros, si bien la mayoría de los de hierro eran considerados como totalmente inútiles y, como se demostró durante el asedio, muchos de ellos reventaron tras los primeros disparos causando más daño a los españoles que los manejaban que al enemigo. Antes del asedio ya se propuso la necesidad de sustituir a todos los de hierro, cosa que se hizo, poco a poco, con las piezas rápidamente transportadas desde la Península. El personal encargado del manejo de toda esta artillería estaba formado por un sargento, dos cabos y 46 artilleros que, al ser muy inferior al número de piezas a cubrir, debió de multiplicarse en todas las baterías para poder atender m´nimamente las piezas principales; para auxiliarles en su labor, varios oficiales de la Plaza se hicieron cargo de algunas de las baterías hasta la llegada, ya durante el asedio, del Segundo Batallón de Artillería de Cádiz.
Esta reducida guarnición de Melilla se vió reforzada con varias unidades más desde que, a comienzos de la década, se incrementó la hostilidad del Sultán. Una serie de compañías precedentes de diferentes regimientos se relevaban semestralmente en la Plaza para auxiliar a la guarnición fija en las labores de defensa de la Plaza. En diciembre de 1774, la guarnición de Melilla se completaba con cuatro compañías del Segundo Batallón del Regimiento de Infantería Ligera de Cataluña (al mando del Capitán Lorenzo Barutell), y otras cuatro procedentes del Regimiento de Infantería de la Princesa (Teniente Coronel Juan Roca), totalizando en su conjunto unos 500 hombres más. Durante el asedio, llegaron más tropas procedentes de los regimientos de Nápoles, Bravante, Bruselas y Zamora. En total, las tropas que defendían Melilla no superaron el número de 3.150 hombres.
Como embarcaciones adscritas a la Plaza constaban en aquella época un jabeque de 1.000 quintales, armado con cuatro cañones y seis pedreros, tripulado por 18 hombres de los llamados "Pelotones de Mar" (antecesores de las actuales "Compañías de Mar"); además de una falúa de 100 quintales con cuatro pedreros, una lancha con 18 remos y dos de 14.
2.- ESCUADRA DE APOYO A MELILLA
El Marqués de Grimaldi alistó las siguientes unidades para el apoyo ante un posible ataque a las plazas del norte de Africa. En Cádiz se reunieron dos escuadras: la del General Antonio Barceló, ya ocupada en frenar las continuas correrías de piratas berberiscos en el Mediterráneo, y otra más numerosa al mando del Capitán de Navío José Hidalgo de Cisneros, destinada directamente al socorro de la plaza o plazas atacadas. Dicha escuadra estaba formada por las fragatas Santa Lucía (buque insignia de Hidalgo de Cisneros) y la fragata Santa Dorotea (Capitán de Navío Vicente Jáuregui), además de los jabeques Lebrel (Comandante Justo Riquelme), Pilar (Comandante Juan Santos Martínez), Andaluz (Comandante Francisco Javier Bermúdez), Garzota (Comandante Francisco Rodríguez Ponte), San Sebastián (Comandante Pedro de Lira), Atrevido (Comandante Buenaventura Moreno), San Luis Beltrán (Comandante Diego de la Torre y Rivera) y San Antonio (Capitán de Fragata Francisco de Borja); además, diversos buques, entre ellos el navío San Genaro y las fragatas San José, Santa Gertrudis y Santa Catalina, quedaban fondeados en varios puertos del sur como apoyo a la escuadra y para el transporte de tropas.
FUSILERO 2º REGIMIENTO DE INFANTERIA LIGERA DE CATALUÑA
3.- FUERZAS MARROQUIES
En principio se estimaron los efectivos del Ejército Marroquí que asediaron Melilla en 1774-1775, en unos 8.000 infantes y 4.000 de caballería, pero estas fuerzas se irían incrementando hasta alcanzar, en el mes de enero, un número comprendido entre los 30.000 y 40.000 hombres, incluidas entre ellas la famosa Guardia Negra del Emperador, que en número de 2.000 escoltaban al propio Sultán, y que eran famosos por su crueldad. El cerco a Melilla fue completo por tierra, estableciéndose un total de cinco baterías de cañones y tres de morteros de asedio en San Lorenzo, Tarara, Santiago, Horcas y Puntilla. El ala derecha del Ejército marroquí estaba mandada por el propio Emperador, mientras que las otras dos estaban bajo el mando de dos de sus hijos, Moulay Ali (el centro) y Moulay Maimon (izquierda). El material artillero con el que contaba el Ejército marroquí era de reciente factura y, al parecer, manejado por varios artilleros británicos.
INFANTE DEL 2º REGIMIENTO DE INFANTERIA LIGERA DE CATALUÑA
5.- LA GUERRA DE LAS MINAS
La guerra de la minas era el método más utilizado en todo el siglo XVIII cuando se trataba de atacar una posición fortificada, especialmente si, como en el caso de Marruecos, no se disponía de una potente artillería de asedio. La mina es una hueco o bóveda que se practica alrededor de las murallas, con el fin de llegar hasta su base y provocar su hundimiento. Para luchar contra las minas se empleaba la contramina, que era una galería subterránea dispuesta para observar al minador enemigo y hacerle inútil su trabajo. Las minas tienen galerías, ramales y hornillos. Las galerías circundan las murallas y de ellas parten los ramales, normalmente hechos en zigzag para amortiguar los efectos de las explosiones, y éstos finalizan en los hornillos, que son pequeñas cámaras donde se coloca el explosivo para hacerlo estallar.
La guarnición española de Melilla ya hizo amplio uso de ellas en el llamado "asedio de los treinta años", a partir de 1677, por lo que los sucesivos recintos de Melilla estaban bien equipados con minas para evitar la acción enemiga. En el asedio de 1775, los españoles demostraron en torno al fuerte Victoria Grande que eran maestros en el tema.
Comienzan los trabajos de contraminado del enemigo sobre las minas españolas situadas en La Puntilla, disponiendo inmediatamente la guarnición española la creación de algunos ramales y cortaduras con el fin de detenerles. Una vez localizada la mina enemiga, se procedió a la voladura de un hornillo propio que hizo derrumbarse la mina enemiga, cortándoles el posterior avance hacia las murallas españolas por esa parte. El fallo de la mina marroquí en La Puntilla hizo que centraran sus esfuerzos en el fuerte Victoria, elemento fundamental de la defensa de la Plaza. Se detectaron varios ramales que hacia él se dirigían, así como contra el puerto del Rosario, obligando a los zapadores españoles a abrir algunas de ellas para detenerlas.
Visto que el fuerte de la Victoria se estaba convirtiendo en objetivo principal de los trabajos del enemigo, se decidió colocar una hilera de bombas (trabajo que llevaría a cabo los granaderos del Regimiento de la Princesa) sobre el camino cubierto que une el fortín de San Antonio (situado al lado de Victoria Grande) con aquel del Rosario (en la costa) previniendo de ese modo la voladura de los hornillos por parte del enemigo ya que, de intentarlo se explotarían dichas bombas dejando al descubierto al enemigo en dicha zona y arruinándole sus obras de avance. El 16 de enero efectúan la voladura de uno de los hornillos colocado en el fuerte del Rosario, pero apenas tiene efectos sobre la muralla española. Sus trabajos en otras zonas se paralizan para centrar toda su atención en conseguir destruir la mina española situada entre los fuertes de Victoria Grande y Rosario, mediante la contramina que llevan a cabo desde La Puntilla al Fuerte del Rosario.
Aprovechando la voladura del hornillo, los moros construyeron una trinchera paralela al fuerte Victoria Grande, pero su avance fue muy duro debido al continuo hostigamiento que desde las posiciones españolas se les hacía. Los españoles continuaron reforzando sus contraminas ante este avance enemigo, con la ventaja añadida de que los marroquíes trabajaban por encima de las galerías españolas, permitiendo a éstos volarlas en cualquier momento. El día 28 de enero, los zapadores españoles llegan hasta la mina principal del enemigo donde observan que éste prepara una gran explosión. Sherlock ordena la colocación de hornillos bajo la mina enemiga y el refuerzo del fuerte de Victoria Grande por si acaso. La voladura de uno de los hornillos se efectuó el 31 de enero, arruinando toda la galería enemiga y con gran pérdida de vidas. Al día siguiente se volaron otros dos hornillos colocados bajo diferentes ramales de los marroquíes que, explosionados uno tras otro, lograron causar aún mayor mortandad entre los zapadores enemigos. Tras este éxito español, corrieron rumores de que los zapadores moros se negaban a volver al trabajo, siendo obligados a ello bajo pena de muerte.
Unos días más tarde, el 6 de febrero, los marroquíes volaron una de sus fogatas, arruinando una mina española con la pérdida de 16 hombres. Los españoles reaccionaron rápidamente tapando el hueco existente entre la mina española y la mora, la partida allí enviada entabló un tiroteo con los marroquíes en el interior de la mina, pero lograron cumplir su objetivo. Los españoles decidieron reforzar su sistema de contraminas mediante la construcción de una desde el fuerte del Rosario hasta el de Santa Lucía, previendo que los moros intentaran de nuevo avanzar las suyas en esa zona. El 8 de febrero los españoles explotan otro hornillo destrozando otra de las minas dirigidas contra el fuerte del Rosario. La batalla de las minas contra el fuerte de Victoria Grande y del Rosario había sido ganada por las tropas españolas.
NAVIO SAN JOSE
NAVIO SAN GENARO
Dionisio García Florez, editado en el nº 1 de la revista Ristre. 2007.
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